A propósito del reciente incremento de la inflación en prácticamente todo el planeta, he leído por ahí algunos comentarios relativos a esta que me parecen atrocidades intelectuales por decir poco.
Y es que de hace como una década para acá los bancos centrales (y los economistas keynesianos) han creado un “nuevo concepto” de la inflación, la explican como un fuerte incremento en los precios de los servicios y bienes de consumo por factores externos tales como “avaricia de las grandes corporaciones”, el aumento de los salarios, o la invasión de Putin en Ucrania, y nada de lo anterior es cierto.
La definición clásica del término inflación.
Dejemos un concepto claro y bien estipulado: La inflación (en su más antigua definición técnica) es el aumento (sin respaldo) de la masa monetaria, es decir de la cantidad de dinero circulante.
La ilusión monetaria
Lo primero que sucede tras la emisión de dinero sin respaldo por parte de los bancos centrales es un fenómeno que se conoce como ilusión monetaria, esto significa que el mercado se ve en primera instancia estimulado por el aumento de dinero circulante, y ocurre (como al principio en toda borrachera) un frenesí, la ilusión de que todo anda mejor que nunca, el mercado siente que está en una bonanza, y los empresarios toman estas falsas señales y se lanzan a realizar inversiones que no harían de no encontrarse con el espejismo de la ilusión monetaria.
El efecto aletargado.
Tiempo después ocurre otro fenómeno causado directamente por la ley natural de la oferta y demanda, y es que ahora hay más dinero persiguiendo igual cantidad de bienes de consumo, con lo cual, sucede que los precios de los bienes de consumo suben y con mucha intensidad. Esto obedece a la ley natural de la oferta y demanda que dice que si la oferta de un bien de consumo aumenta, entonces su precio cae. En el caso del dinero esta “pérdida de su valor” se comprende mejor si lo expresamos como una “pérdida del poder adquisitivo de la moneda”.
Y es que en realidad no es que los precios de los bienes de consumo aumenten (por ejemplo debido a una escasez de estos bienes de consumo), sino que este aumento de precios es el resultado del aumento de unidades monetarias (dinero) porque ahora hay una sobreoferta de unidades monetarias, y atendiendo a la ley natural de la oferta y demanda estas pierden valor.
Dicho de otra forma: El aumento (inflación de la masa monetaria) erosiona el poder adquisitivo de la moneda como se dijo anteriormente, lo que resulta lógicamente en un rápido deterioro de la calidad de vida al tener que limitar compras de alimentos y similares debido a su alto precio.
También ha ocurrido que los procesos inflacionarios no logran detenerse fácilmente, los casos registrados por lo general han perdurado más de una década. Otra forma de verlo es que el proceso solo se detiene con lo que se conoce como una recesión económica.
El remedio de los gobiernos suele ser el equivocado: El control de precios.
Históricamente se ha visto en toda grave recesión o depresión económica que el gobierno interviene regulando, prohibiendo el aumento de precios en algunos bienes de consumo especialmente los alimenticios y al hacerlo produce aún más trastornos, ya que primero: Un comerciante en caso de ver que perdería con un precio determinado que no paga los costos pues simplemente dejará de comerciar con dicho producto, con lo cual ahora no solo tendríamos el problema del alto precio de los bienes de consumo, sino que debemos agregarle a la ecuación el desabastecimiento, y estos dos son los ingredientes principales del surgimiento (y este es el segundo punto) del mercado negro. Es decir el comercio posible que lógicamente será escaso y caro, pero real e ilegal al mismo tiempo.
Culpar a los salarios.
No es cierto que el aumento de los salarios produzca inflación, muy al contrario el aumento en el precio de los salarios puede deberse a la ilusión monetaria, o debido a un verdadero crecimiento económico con base en un aumento en al productividad, y no con base en el aumento de la masa monetaria con dinero sin respaldo.
Tampoco es cierto que la reducción de inversión gubernamental en programas sociales produzca inflación. Esto a lo sumo produce una reducción en el gasto público, lo cual es bueno desde una perspectiva contable, y pésimo desde una perspectiva política, sobre todo para un sistema como el de la democracia, que obtiene votos a partir de promesas de “dar todo gratis a todos gracias a Papá Estado”.
Culpar a las guerras de la inflación.
No mencionar la guerra cuando se intenta explicar alguna dinámica económica cercana al colapso general del sistema económico es literalmente imposible, ya que toda guerra tiene inevitablemente un origen económico, y esto queda claro para cualquier analista que tome seriamente su trabajo, sin embargo es algo totalmente desconocido para la población, de hecho se le inculca a esta el “fervor patrio” que incita, enardece a muchos a ir a la guerra, para defender la democracia e incluso “la paz”.
El Estado no es capaz de salvar a todos… Su compromiso es con los bancos.
Por último: El Estado no puede salvar a nadie económicamente en caso de una recesión/depresión económicas, ya que el Estado no produce sino que cobrando impuestos toma lo producido por la empresa privada para “salvar a todos”, y en una recesión/depresión económica no hay cómo extraer impuestos de empresas quebradas… O a punto de quebrar.
Javier Martín. Editor y director de Proyecto UBIT.
¿Qué es la inflación?
A propósito del reciente incremento de la inflación en prácticamente todo el planeta, he leído por ahí algunos comentarios relativos a esta que me parecen atrocidades intelectuales por decir poco.
Y es que de hace como una década para acá los bancos centrales (y los economistas keynesianos) han creado un “nuevo concepto” de la inflación, la explican como un fuerte incremento en los precios de los servicios y bienes de consumo por factores externos tales como “avaricia de las grandes corporaciones”, el aumento de los salarios, o la invasión de Putin en Ucrania, y nada de lo anterior es cierto.
La definición clásica del término inflación.
Dejemos un concepto claro y bien estipulado: La inflación (en su más antigua definición técnica) es el aumento (sin respaldo) de la masa monetaria, es decir de la cantidad de dinero circulante.
La ilusión monetaria
Lo primero que sucede tras la emisión de dinero sin respaldo por parte de los bancos centrales es un fenómeno que se conoce como ilusión monetaria, esto significa que el mercado se ve en primera instancia estimulado por el aumento de dinero circulante, y ocurre (como al principio en toda borrachera) un frenesí, la ilusión de que todo anda mejor que nunca, el mercado siente que está en una bonanza, y los empresarios toman estas falsas señales y se lanzan a realizar inversiones que no harían de no encontrarse con el espejismo de la ilusión monetaria.
El efecto aletargado.
Tiempo después ocurre otro fenómeno causado directamente por la ley natural de la oferta y demanda, y es que ahora hay más dinero persiguiendo igual cantidad de bienes de consumo, con lo cual, sucede que los precios de los bienes de consumo suben y con mucha intensidad. Esto obedece a la ley natural de la oferta y demanda que dice que si la oferta de un bien de consumo aumenta, entonces su precio cae. En el caso del dinero esta “pérdida de su valor” se comprende mejor si lo expresamos como una “pérdida del poder adquisitivo de la moneda”.
Y es que en realidad no es que los precios de los bienes de consumo aumenten (por ejemplo debido a una escasez de estos bienes de consumo), sino que este aumento de precios es el resultado del aumento de unidades monetarias (dinero) porque ahora hay una sobreoferta de unidades monetarias, y atendiendo a la ley natural de la oferta y demanda estas pierden valor.
Dicho de otra forma: El aumento (inflación de la masa monetaria) erosiona el poder adquisitivo de la moneda como se dijo anteriormente, lo que resulta lógicamente en un rápido deterioro de la calidad de vida al tener que limitar compras de alimentos y similares debido a su alto precio.
También ha ocurrido que los procesos inflacionarios no logran detenerse fácilmente, los casos registrados por lo general han perdurado más de una década. Otra forma de verlo es que el proceso solo se detiene con lo que se conoce como una recesión económica.
El remedio de los gobiernos suele ser el equivocado: El control de precios.
Históricamente se ha visto en toda grave recesión o depresión económica que el gobierno interviene regulando, prohibiendo el aumento de precios en algunos bienes de consumo especialmente los alimenticios y al hacerlo produce aún más trastornos, ya que primero: Un comerciante en caso de ver que perdería con un precio determinado que no paga los costos pues simplemente dejará de comerciar con dicho producto, con lo cual ahora no solo tendríamos el problema del alto precio de los bienes de consumo, sino que debemos agregarle a la ecuación el desabastecimiento, y estos dos son los ingredientes principales del surgimiento (y este es el segundo punto) del mercado negro. Es decir el comercio posible que lógicamente será escaso y caro, pero real e ilegal al mismo tiempo.
Culpar a los salarios.
No es cierto que el aumento de los salarios produzca inflación, muy al contrario el aumento en el precio de los salarios puede deberse a la ilusión monetaria, o debido a un verdadero crecimiento económico con base en un aumento en al productividad, y no con base en el aumento de la masa monetaria con dinero sin respaldo.
Tampoco es cierto que la reducción de inversión gubernamental en programas sociales produzca inflación. Esto a lo sumo produce una reducción en el gasto público, lo cual es bueno desde una perspectiva contable, y pésimo desde una perspectiva política, sobre todo para un sistema como el de la democracia, que obtiene votos a partir de promesas de “dar todo gratis a todos gracias a Papá Estado”.
Culpar a las guerras de la inflación.
No mencionar la guerra cuando se intenta explicar alguna dinámica económica cercana al colapso general del sistema económico es literalmente imposible, ya que toda guerra tiene inevitablemente un origen económico, y esto queda claro para cualquier analista que tome seriamente su trabajo, sin embargo es algo totalmente desconocido para la población, de hecho se le inculca a esta el “fervor patrio” que incita, enardece a muchos a ir a la guerra, para defender la democracia e incluso “la paz”.
El Estado no es capaz de salvar a todos… Su compromiso es con los bancos.
Por último: El Estado no puede salvar a nadie económicamente en caso de una recesión/depresión económicas, ya que el Estado no produce sino que cobrando impuestos toma lo producido por la empresa privada para “salvar a todos”, y en una recesión/depresión económica no hay cómo extraer impuestos de empresas quebradas… O a punto de quebrar.
Javier Martín. Editor y director de Proyecto UBIT.